La Escuela y la Educación después de la pandemia

Llevo dos semanas con este tema en la cabeza pero no fue hasta ayer, al visualizar en Facebook un vídeo de Francesco Tonucci compartido por una compañera que difunde bellos mensajes, que me he animado a compartir mis impresiones.

Esto me suele ocurrir (soy consciente de ello desde hace apenas menos de dos años): me rondan ideas por la cabeza que ahora, en el momento social en que nos encontramos (de fácil difusión en redes) y por mi situación profesional actual como redactora de contenido resultaría sencillo transmitir, para quien pueda servir. Pero la pereza ante el esfuerzo normalmente me vence. Y soy egoísta al respecto porque sé que no son ideas mías, son mensajes que habitan en el interior de cada uno de nosotros y que, poco a poco y a través de diferentes medios, nos son dados a todos. Y es, por tanto, nuestra obligación transmitirlos. Comentaré al final algo más al respecto.

El confinamiento me ha mostrado dos cosas:

  1. ES POSIBLE MEJORAR LA COMUNICACIÓN-RELACIÓN FAMILIA-NIÑOS-ESCUELA

Desde las escuelas son muchos los maestros que realizan grandes esfuerzos actualmente por acercar a las familias a la escuela. Quizás se trata de ir un poco más allá: unir ambos ámbitos en uno solo cuyo nexo de unión sean los niños para que puedan experimentar su aprendizaje como algo global y continuado que se da entre la familia y la escuela. Para que dejen de sentir dichos colectivos como disociados (algo que genera la escuela como institución desde sus orígenes, aunque actualmente se está combatiendo por parte de algunos maestros, pero que mantienen las familias por comodidad, en muchos de los casos).

Y esto está siendo posible, en la medida que cada uno quiera o pueda, durante el confinamiento. Las familias están siendo conscientes, de una manera mucho más detallada, (gracias a todo el trabajo online realizado por los maestros) de en qué momento educativo se encuentran sus hijos, de qué contenidos pueden favorecer (o no) sus aprendizajes, de cuáles de estos contenidos son más afines a sus intereses y características particulares y cuáles un poco menos, y mucho más. Y, gracias a esto, los padres están siendo capaces de desarrollar estrategias propias, adaptadas a las necesidades de sus hijos, para favorecer su desarrollo y aprendizaje personal.

Y esto supone un importante nexo de unión entre familias y escuela con respecto al acompañamiento coordinado del aprendizaje de los niños. Y, si es posible ahora en una situación tan excepcional, ¿por qué no mantenerlo una vez nos re-incorporemos a nuestras vidas?. Quizás pensemos que no será posible porque no dispondremos de tiempo que tenemos ahora, etc, etc,. Pero, quizás no necesitamos volver a nuestras vidas tal y como eran en su totalidad. Porque, ahora sí lo tengo muy claro, muchas de las cosas tal y como eran no eran tan buenas y sí, pueden ser de otra manera. El COVID-19 nos lo está demostrando.

2. QUÉ CONTENIDO Y CUÁNTO ES NECESARIO QUE LOS NIÑOS APRENDAN

Desde el inicio de la pandemia son muchos los escritos de maestros y padres que insisten en la necesidad de no presionar a los niños con los deberes y priorizar su bienestar psicológico y emocional, teniendo en cuenta la situación. Quizás los padres hemos tomado conciencia de lo desmesurado del contenido y las tareas que deben realizar los niños y de los inapropiado del tipo de aprendizaje rutinario durante estos días. Pero, quizás, únicamente se trata de una evidencia de la realidad diaria que los niños viven en los colegios durante su trayectoria académica, año tras año.

Todavía se entiende la escuela como el lugar en donde los niños aprenden. Pero los niños aprenden continuamente, estén donde estén. Y, sobretodo, aprenden aquellas cosas que son significativas para ellos y, según sus particularidades, más conectan con ellos. De nada les va a valer aprender qué es el Cogreso o cuántos Ministerios hay, o las potencias o las derivadas (en el instituto) que, incluso si disfrutan con las matemáticas, olvidarán rápidamente al no poder aplicar a ningún aspecto de su vida diaria o, lo más importante, al no haber resultado significativo para ellos en el momento del aprendizaje. ¿O acaso todos sabemos cuáles son los estamentos concretos y sus funciones cuando vamos a votar?…

Un niño de cuatro años necesita correr, saltar, reír y es a través de todas estas acciones, que aprende a contar, los colores, a mejorar su expresión y, con ello, las escritura y lectura del lenguaje. Y así, cada niño aprende lo que le resulta importante según su momento evolutivo y, con ello, según sus necesidades de desarrollo. Sin olvidar, por supuesto, sus preferencias personales e intrínsecas. A partir de ahí tienen sentido ofrecer los contenidos a los niños.

El objetivo de la escuela, al igual que el de la familia, debería ser «Educar para la vida» y se debería realizar de una manera coordinada y colaborativa. Y, para ello, el objetivo prioritario debería ser SIEMPRE (no sólo en esta situación excepcional) alcanzar y/o mantener el bienestar físico, psicológico y mental de los niños. Porque una persona aprende cuando cuando está motivada y está motivada cuando se encuentra bien.

De igual manera, aprender rutinariamente contenido no-significativo para ellos repercute negativamente en su bienestar y, con ello, en su motivación. Es precisamente de este modo como, en muchas ocasiones, aprendemos que no importan nuestros intereses y necesidades personales (algo que se confirma con otras experiencias familiares y sociales en general) porque estamos obligados a aprender lo que nos indican desde fuera. Las consecuencias de esto son muchas y muy variadas:

  • acallamos poco a poco nuestra intuición, nuestra mayor y mejor guía
  • aprendemos a resignarnos y a obedecer ciegamente a la autoridad, que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene
  • perdemos la fe en nuestra potencial y capacidad de cambio personal pero, sobretodo, social
  • perdemos la capacidad de esforzarnos por aquello que realmente nos motiva, por el desgaste que ha supuesto el continuado esfuerzo en intereses ajenos a nosotros (tal y como comentaba con mi propio ejemplo en el primer apartado)

Para finalizar y a modo de ejemplo de todo lo comentado hasta ahora os pongo dos casos que conozco que evidencian lo dicho:

El primero, una persona con una infancia y adolescencia bastante desafortunada que se refugió en la escuela y los estudios a modo de pequeña y única gratificación y entretenimiento personal. Finalizó sus estudios superiores. Hasta el momento (persona de mediana edad) no ha podido ejercer su profesión por la falta de una base emocional firme que le otorgase la confianza y seguridad en sí misma para sacar adelante cualquier proyecto.

La segunda persona, posiblemente con ciertas carencias emocionales (como todos) pero con una mínima base afectiva para emprender con confianza su vida. Finalizó los estudios básicos pero ningún otro estudios superior porque desistió ante la obligación de aprender ciertas materias nada afines a sus intereses. Hoy en día regenta una empresa propia cuyos conocimientos ha adquirido de manera autodidacta y autónoma.

Y es que, si bien la familia es el principal núcleo de construcción de la base de seguridad y confianza personal, la escuela continua con dicha tarea consolidando dicha base o iniciando su creación o bien perpetuando su inestabilidad en los casos de educaciones familiares autoritarias o ausentes (los casos de bullyng, tanto en el caso del abusador como del abusado, son resultado de cierto nivel de carencias familiares que no son atendidas, posteriormente, en las escuelas).

La actual situación de emergencia social (no solo sanitaria) a la que nos ha abocado esta crisis supone una oportunidad para todos y cada uno de nosotros para re-plantearnos qué cosas de nuestra vida estaban bien y qué otras no tanto, a nivel personal, familiar y profesional. Quizás también se trate de una oportunidad histórica para re-plantear la educación en general, en la familia y, por qué no también, en las escuelas.

Es una pequeña invitación a reflexionar al respecto…

Adjunto el vídeo de Francesco Tonucci que me ha animado a compartir mis propias reflexiones personales:

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